La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que se caracteriza por la aparición de lesiones rojizas, escamosas, preferentemente en codos, rodillas y cuero cabelludo, y que tiene la posibilidad de afectar a uñas y articulaciones. No es una enfermedad contagiosa ni hereditaria, y, aunque existe predisposición genética en las personas que la padecen, suelen estar involucrados además otros factores desencadenantes.
Se origina debido a una disfunción en el sistema inmune y puede aparecer en cualquier parte del cuerpo.
Se manifiesta en brotes con periodos de mejoría y de remisión o empeoramiento, pero la enfermedad se desarrolla de una manera particular en cada paciente. En ocasiones, dura toda la vida.
Aunque no conlleva un riesgo vital, según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), esta enfermedad tiene repercusiones significativas en el ámbito físico, emocional, sexual, laboral y económico del paciente, y disminuye de forma relevante su calidad de vida, con un impacto similar al de la diabetes, la artritis o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
¿Qué tipos de psoriasis hay?
La psoriasis presenta diversas formas clínicas, según la Sociedad Española de Reumatología (SER):
Psoriasis vulgar (en placas). Es la más frecuente. El 90% de los adultos afectados presenta esta variante, que se caracteriza por la presencia de placas escamosas, rojizas, muy bien delimitadas, que suelen distribuirse de forma simétrica por el cuerpo. Generalmente, estas placas no producen síntomas, aunque pueden producir un poco de picor. El cuero cabelludo, los codos, las rodillas y la región sacra son, con frecuencia, las zonas más afectadas. Los genitales se ven afectados hasta en un 30% de los casos. Las placas pueden persistir meses o años en las mismas localizaciones. Las lesiones pequeñas pueden confluir formando grandes placas de bordes geográficos o aclararse en el centro adoptando una morfología anular.
Psoriasis gutata. En general, es muy poco frecuente, pero es la forma de presentación más habitual en niños y adolescentes (entre un 44% y un 95% de los pacientes infantiles la padecen). Se caracteriza por numerosas placas de pequeño tamaño (entre 0,5 y 1,5 centímetros) que aparecen principalmente en el tronco y cerca de las extremidades, aunque no suele afectar a plantas y pies. Suele aparecer en forma de brotes después de determinadas infecciones. En niños, las lesiones suelen remitir espontáneamente en semanas o meses, mientras que este tipo de psoriasis tiende a hacerse crónica en adultos.
Psoriasis eritrodérmica. Se caracteriza por la aparición, de manera gradual o aguda, de un eritema o enrojecimiento de la piel que afecta a más del 90% de la superficie corporal. Existen casos graves que se asocian a síntomas generales. La complicación más frecuente es la sobre infección.
Variantes pustulosas. Son variantes de la psoriasis en las que se forman pústulas visibles a simple vista (pustulosis palmoplantar, acrodermatitis pustulosa, psoriasis pustulosa generalizada y psoriasis gestacional o del embarazo).
¿Quién padece psoriasis?
La psoriasis es una patología de distribución universal que afecta a entre el 1% y el 3% de la población, según estimaciones de estudios oficiales. Aunque no existe predominio de sexo -afecta por igual a hombres que a mujeres-, es más común en la raza blanca. Suele aparecer entre los 15 y los 35 años, aunque también puede afectar a niños y a personas mayores.
¿Cuáles son sus causas?
La psoriasis es una enfermedad inmunológica que, aunque no es hereditaria, sí cuenta con un componente genético.
La enfermedad comienza cuando los linfocitos T, un tipo de células blancas presentes en la sangre que ayudan a proteger el cuerpo contra las infecciones, se activan de manera indebida. Esto desencadena diversas respuestas inmunitarias, entre ellas, la proliferación y dilatación de los vasos sanguíneos de la piel y la proliferación de un tipo de células de la piel llamadas queratinocitos. En consecuencia, se acelera el proceso de renovación celular de la epidermis, que de treinta días (que es lo habitual) pasa a producirse en solo cuatro, lo que provoca que las células suban demasiado rápido a la superficie de la piel y se acumulen en la capa córnea, donde se forman placas de escamas blanquecinas.
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